Contarte Atenas.

📅 Diciembre 17, 2023

⏰ Tiempo de lectura aproximado: un buen rato.

25 de octubre.

Son las 3 de la tarde y estamos en Atenas. Es un día soleado de otoño, hace calor y se puede estar en camisa. Estaremos un mes aquí, en una casa hermosa en la planta baja de un edificio al que se puede ingresar por tres calles diferentes. La casa es grande y está abarrotada de objetos y libros, casi todas las paredes tienen estantes o bibliotecas con doble hilera de libros, su dueña es abogada y directora de teatro, por varios libros que veo en una de sus bibliotecas imagino estudió el método de la improvisación y el teatro contemporáneo. No la conocemos, solo hemos hablado por teléfono. Hay libros en inglés, francés y, por supuesto, griego. La casa tiene un patio que mira a una calle apenas transitada, utilizada por los vecinos que viven aquí, así que casi no pasan autos, solo personas. Al lado y en frente hay bares. Nos hemos apropiado de Capitol, el bar continuo, su dueño es Giorgios. Al segundo día nos sentimos del barrio. Capitol es lo que considero un bar de barrio. Está animado desde la mañana hasta la noche; siempre vienen los mismos vecinos, hombres y mujeres, pero no niños. La mayoría griegos. Se toma alcohol, y pasan mucho rato allí.

Con ganas de tomar mates, recuerdo no me queda yerba. Busco en internet dónde conseguir y existe un mercado que posiblemente tenga lo que necesito, está a una hora y media a pie, según el mapa. Tengo tiempo, me gusta caminar, el recorrido atraviesa la acrópolis y de paso puedo conocer un poco más esta zona donde me hospedo; todo es perfecto.

El barrio no aparece en la búsqueda de “barrios de Atenas”, que suelen mencionar los más frecuentados: Plaka, Monastiraki, Syntagma, y algunos más. Nos hospedamos en Agios Panteleimonas, (San Pantaleón), se llama así por la gran iglesia construida en esta zona durante el período de entreguerras. Según un artículo de Human Rights Watch, a finales de la década de 2000, se estableció en esta zona una notable comunidad de inmigrantes, lo que suscitó tensiones con algunos sectores de la sociedad. Estos conflictos coincidieron con el crecimiento y la popularidad de partidos nacionalistas de extrema derecha, como Amanecer Dorado, principalmente debido a un aumento en el sentimiento antiinmigrante. Sin embargo, a pesar de esto, el barrio se caracteriza por su notable diversidad cultural. Leo que en Atenas, se estima que decenas de miles de estos residentes provienen de Bangladesh, así como de diversas regiones, incluyendo Kurdistán, Nigeria, Pakistán, Filipinas y Serbia. Además, se calcula que al menos 200,000 inmigrantes proceden de Albania.

Comienza mi recorrido hacia Natural Market: una tienda de productos naturales. Camino por la avenida Acharnon y de ambos lados hay tiendas que venden artículos de los más variados desde verduras, que están en las veredas, hasta detergentes y artículos de ferretería, todo en el mismo lugar. Hay puestos de kebab y muchos bares con sillones en las veredas, llenos de hombres que toman café, fuman shishas, y comen a cualquier hora del día. Nadie toma alcohol, solo botellas de agua y café en sus vasos descartables. También hay panaderías increíbles, muchas. No sé dónde están las mujeres. Atravesé esta avenida casi a diario por un mes y siempre me hice la misma pregunta.

En general, las calles que caminé en Atenas son animadas y caóticas en el tránsito, ruidosas en todo sentido. Excepto los barrios más céntricos, hay problemas con los residuos, los contenedores están explotados. Algo muy particular es que casi todas las cuadras tienen pisos subterráneos, y las entradas están en las aceras, que suelen ser angostas. Por lo tanto, al caminar, debes tener mucho cuidado de no caer en el hueco de una ventana o una escalera, que, por lo general no tienen ningún tipo de señalización.  Según los barrios, muchos frentes de edificios están graffiteados. Otras cosas que me llamaron la atención es que en cualquier lado y a todas horas, las personas están con sus vasitos descartables y con tapa en la mano, tomando café, y, sobre todo, los gatos. Hay muchos gatos por todos lados, y casitas y cuencos para su agua y comida. Mucha, mucha información visual.

Un amigo me ha contado que en las ciudades donde hay muchas personas de origen musulmán suele haber gatos, como en Estambul. Investigando sobre el tema, encuentro que la popularidad de los gatos entre musulmanes se relaciona con diversas historias que cuentan que el Profeta Muhammad tenía afecto por estos animales. Además, en los países de Oriente Medio existe una larga tradición de aprecio hacia los gatos desde tiempos antiguos. Esta admiración, se entrelaza con la creencia en ciertos poderes místicos de los felinos y su destacada limpieza, a diferencia de los perros. En fin, en los lugares que conocí en Atenas hay gatos por todos lados, y de acuerdo a los barrios, están más o menos cuidados. En el casco histórico se los ve mejor, más alimentados y esterilizados, pero no es lo mismo en los barrios más alejados. Este contraste entre el centro y la periferia se da también en otros aspectos de la vida cotidiana.

Sigo caminando por la Avenida Acharnon y llego a su fin. Comienza una zona diferente. Me acerco a la plaza Omonia. Podría pensar en las zonas rojas que conozco, pero la mezcla de personas es muy particular, tal vez sea el marco que los hace ver extraños: mujeres sentadas en los portales de edificios muy antiguos, en un estado muy descuidado, derruidos, dejando ver una belleza apagada. Quizás, de tanto estar allí sentadas, esas mujeres terminan proyectando la misma melancolía del lugar. Las calles están llenas de residuos, algunos edificios están a medio demoler, hay muchas tiendas, y más hombres en la calle, y también personas en situación de calle, cada uno en sus historias, nadie me ve. Sigo caminando.

No puedo entender en ese momento qué era lo que estaba pasando cerca de esa plaza Omonia. Después leo que en esta zona donde desemboca la calle Acharnon, los puestos de kebab están a cargo de yemeníes y las tiendas que lindan son tiendas de alimentación de propiedad moldava. Las calles que se encuentran detrás del City Plaza, un hotel abandonado antes ocupado por anarquistas y hoy hogar de cientos de sirios y afganos, están repletas de burdeles. Son pocos los sótanos de los bloques de apartamentos que todavía no se han convertido en mezquitas clandestinas. Pese a vivir más de 200 mil musulmanes en Grecia, casi todos en Atenas, no había en la ciudad una mezquita lo cual obligó a estas personas a reunirme en la clandestinidad; recién en el 2020 se inauguró la primera. Pero de todo esto no me entero mientras camino.

Avanzo.

Siento un fuerte olor a pescado, y las aceras y las calles están mojadas. Es el mercado central, donde se venden sobre todo carnes de vaca de un lado y pescados de otro. Me lo apunto para visitar otro día. Y lo hago y quedo impresionada. Hablo con Ariel de un concepto que es el “consumo irónico”. Él me pregunta por qué me gustan tanto estos lugares, para reflexionar. Y pienso en esto: no es consumo irónico, o solo interés estético por este tipo de mercados. En estos lugares la vida pasa, como dice el dibujante Nicolaides. Allí se cruzan las personas que viven y trabajan aquí, los vecinos que compran lo que será su almuerzo y los turistas que se sientan a comer pescados crudos y tomar café, entre gritos de los puesteros ofreciendo carne o pescados, cuchillos gigantes que golpean contra trozos enormes de madera, moscas y mucho olor. Espanta y fascina.

Sigo caminando. La pantalla se vuelve completamente diferente. Cruzo la plaza Monasteraki, una de las plazas más concurridas y visitadas por los turistas, de las que salen calles con tiendas de recuerdos, y bares. Allí se encuentran la mezquita otomana de Tzistarakis y la iglesia bizantina de Pantanassa, que está dentro de la plaza. Es la zona donde se pueden ver muchos restos arqueológicos como el Ágora Antigua, construida en el siglo VII a.C., el Templo de Hefesto que se parece de cierta manera al Partenón y otros lugares como la Stoá de Atalo (edificio que fue regalado por el Rey de Pérgamo) y el Odeón de Agripa, el Ágora Romana y allí, la Torre de los Vientos y la Puerta de Atenea Arquegetis. Hay mucha gente.

Empiezo a pensar que mi malestar, después de la plaza Omonia, se debe al fuerte contraste, en calles tan próximas. Porque al pasar esta plaza veo la Atenas que recordaba, la de los libros de historia del arte, en la que ya había estado hace unos años.

Si continuo por la calle Stadiou, iría a la Plaza Sintagma, donde se encuentra el Parlamento, y podría ver tal vez el cambio de guardia, que es una ceremonia que merece ser vista. Pero me desvío un poco y voy hacia Anafiótica, un barrio particular de casas blancas encaladas con patios rodeados de plantas y flores, callejones empinados y escalones con plantas de albahaca y romero. Dicen que este pequeño barrio recuerda mucho a las Islas Cícladas, Santorini, Mikonos, Naxos. De hecho, a Anafiotika se le llama “la isla sin mar”, y eso se debe a que sus casas fueron construidas por albañiles llegados de las Cícladas para construir el Palacio Real de Atenas (hoy edificio del Parlamento). Mi camino avanza hacia el sur, saludo a la Acrópolis que está allí mirándonos, con el Partenón curioseando todo, me encuentro con la linterna de Lisícrates, un monumento que tiene más de 2.000 años y debajo unos gatos desinteresados de la historia. Unos días después veo unas acuarelas en el Museo de Benaki que muestran cómo era Atenas afines del siglo XIX y es impresionante cómo creció esta ciudad.

Salgo de esta zona, que es el barrio de Plaka, por la calle Kallirois. Allí veo a el Museo Nacional de Arte Contemporáneo, el EMST, que voy a visitar a los pocos días.  Ocupa parte de la antigua cervecería Fix construida en 1961 por dos arquitectos griegos alumnos de Le Corbusier, Takis Zenetos (1926-1977) y Margaritis Apostolidis (1922-2005). El edificio es un ejemplo de arquitectura industrial de posguerra. En el año 2017, esta antigua fábrica fue sede   de la Documenta 14 en Atenas y al año siguiente, una donación de la Fundación Stávros Niárchos permitió al Estado griego el desarrollo del EMST, poniendo en marcha los estudios y las obras necesarias para la instalación de una colección permanente.

A 10 minutos del museo, llego a Natural Market. Compro yerba mate. Son las seis de la tarde y la mitad de mi recorrido termina.

Ya pasaron varios días de este recorrido y de nuestra estancia en Atenas y sigo muy estimulada por esta ciudad fascinante. El archivo de Word de mi “trabajo de inteligencia”, que es como llamo a las investigaciones que hago antes de ir a una ciudad para no olvidar los sitios que me gustaría conocer, tiene 12 páginas. No se si podría hacer un artículo de los “10 sitios que no puedes dejar de visitar en Atenas”; tal vez si, por que es una ciudad tremenda.

Tengo guardado un artículo para leer en estos días que se llama “Las dos caras de Atenas”, escrito por Alexander Clapp y publicado en la sección “Desórdenes metropolitanos” de la revista New Left. Este artículo ayuda a comprender la crisis histórica de Grecia, centrado en la situación de Atenas. No quiero leerlo ahora, solo revisaré.

Quiero conservar todas las sensaciones que experimenté durante estos días allí. No se si la experiencia habría cambiado si me hubiese interiorizado más en la situación crítica por la que pasa el país y la ciudad.

Las personas griegas que conocimos fueron muy cálidas; creamos un vínculo agradable con nuestros amigos de los bares Capitol y Rustic, donde fuimos  varias veces a cenar y desayunar. Noté cierta calma en las personas en general, excepto en los mercados. Los bares eran realmente animados; la gente pasaba mucho tiempo en sus mesas. Apenas te sentabas, te traían agua en botellas o jarras, nunca faltaba mientras estuvieras sentado en un bar. A veces, en algunos sitios, te regalaban un postre, algo delicioso, un gesto hermoso.

Si quisieras algunas recomendaciones para ir a comer te diría: Gē, una taberna del barrio donde paramos, que nos habían recomendado y nos pareció increíble; y por sobre todo Diporto. Diporto es una taberna subterránea, ubicada en una esquina debajo de una casa que está a punto de caerse. Tiene 150 años, es de fines del 1800. Allí no puedes elegir qué comer; las condiciones son innegociables. Te sientas, te traen un vino en jarra, una sopa-guiso deliciosa, y si todavía quedan, sardinas y ensalada griega, ¿qué más se necesita para ser feliz?

¿Barrios y zonas para caminar? Efi, quien trabaja en el bar Rustic, nos recomendó barrios y bares fuera de los circuitos turísticos. Seguimos sus recomendaciones, así conocimos la zona de Metaxourgio, Koukaki, Pangrati, la calle Fokionio Negris, muy cerca de nuestro barrio y la Plaza Agiou Georgiou:  rotonda que se forma en la unión de las calles Ithakis y Eptanisou. Hay muchos lugares que merecen ser conocidos.

Además de visitar todos los sitios de interés arqueológico, ya sea que conozcas o no su historia, te recomiendo visitar los museos. Te ayudarán a comprender mucho más y completar tu experiencia. Creo que es importante visitar el Museo de la Acrópolis, el Museo Arqueológico, el Museo de Arte Cicládico, los museos Benaki y el Museo de Arte Contemporáneo.

No me atrevo a sacar conclusiones sobre Atenas, más bien me llevo algunas preguntas. Creo que esta ciudad tiene algo de fisura, de anarquía que me atrae, ¿tal vez me sirva de espejo?  ¿Es posible dejar de ser turista porque te alejes de los sitios “imprescindibles” o multitudinarios y camines por los barrios más profundos? ¿Cuánto tiempo necesitas estar en un sitio para conocerlo? ¿Tiene sentido pensar tanto? Mejor me dejo invadir por las emociones e intento volcarlas en un puñado de dibujos que espero puedan transmitir algo más que estas palabras.

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